Artículo del Ministro de Asuntos Exteriores Mevlüt Çavuşoğlu titulado “La inacción de la UE respecto a los refugiados sirios es una mancha en la conciencia humana” publicado en el “Financial Times”, 22 de marzo de 2020
[ Traducción informal al español del artículo original en inglés ]
La UE estaba destinada a ser una potencia mundial que se erigiera en faro de los derechos humanos y el respeto del orden basado en normas internacionales. Sin embargo, a menos que se haga algo con respecto al tratamiento que Grecia inflige a los refugiados, y el frenético apoyo que sigue recibiendo de la UE, esa afirmación se derrumbará.
Desde hace tiempo he advertido a la UE que no sea complaciente con los desafíos que enfrenta, incluyendo el aumento del extremismo, de la xenofobia, de la islamofobia y del antisemitismo. Hemos pedido un sistema internacional renovado para gestionar el enorme desplazamiento de personas que huyen de conflictos como el de Siria. Hemos intentado concienzudamente convencer a la Unión Europea de que nos ayude a resolver esos conflictos y a abordar las fragilidades que rodean a Europa. Si no podemos evitar estas calamidades en su origen, todo el mundo sufrirá. Sin embargo, el último episodio de esta saga, que comenzó con el inicio de la guerra de Siria, demuestra que la UE no ha avanzado ni un ápice en la comprensión madura del problema ni en la elaboración de soluciones.
Nueve años después del conflicto, la provincia de Idlib se ha convertido en una "nueva Gaza", donde 3.5 millones de personas están secuestradas. La zona de desescalada creada en 2018 ha sufrido una masiva ofensiva militar del gobierno sirio, respaldado por Rusia e Irán. Desde el pasado mes de mayo, más de 1,700 personas han sido asesinadas, según las cifras de las Naciones Unidas. Cuando los soldados turcos fueron atacados en febrero, tomamos represalias enérgicas y mostramos lo que significa atacar a un país de la OTAN. Sin embargo, antes de que pudiéramos detener la ofensiva contra Idlib y lograr el cese de las hostilidades, un millón de personas habían ya comenzado a marchar hacia la frontera suroriental de la OTAN y de Europa, la frontera turco-siria. Ya acogemos a más de 3.6 millones de sirios, y ayudamos directa o indirectamente a otros 5.5 millones dentro de Siria. Esto nos ha costado más de cuarenta mil millones de dólares. Sólo el año pasado, nuestras fuerzas de seguridad detuvieron a casi 455,000 personas que intentaban emigrar ilegalmente. No podemos seguir protegiendo solos las fronteras de la OTAN y Europa.
Por eso declaramos el mes pasado que Turquía no podía absorber más refugiados, provenientes de Siria o de cualquier otro lugar, y que no impediríamos más que se fueran los que ya estaban en nuestro país. Turquía nunca fue su destino final; no podemos obligarles a quedarse. Nuestros desatendidos llamados para que la UE se tome en serio esta oleada de migrantes y cumpla el acuerdo sobre refugiados que alcanzó con Turquía en 2016, alcanzaron el punto de ebullición con el último desplazamiento de Idlib.
Lo que siguió es una vergüenza para la UE y una mancha en la conciencia
humana. La UE y sus parlamentarios no hicieron más que observar cómo las
fuerzas griegas rociaban gas lacrimógeno y disparaban a la gente en su
frontera. Grecia también suspendió ilegalmente las solicitudes de
refugiados. La ONU emitió críticas; sin embargo la UE no lo hizo. Murieron
personas, hubo numerosos heridos y el prestigio europeo se vio dañado a
nivel mundial.
Todo esto porque la UE ha fracasado sistemáticamente en el desarrollo de
una política que proyecte la paz, la prosperidad y la dignidad a su
vecindario, y no ha trabajado seriamente con Turquía para lograrlo. Varios
países de nuestra vecindad común están en llamas, lo que está ocasionando
uno de los mayores éxodos humanos y catástrofes económicas y ambientales
desde la segunda guerra mundial. No podemos resolver los problemas en los
países de origen con ilusiones y siendo condescendiente hacia Turquía, el
único país que toma medidas sustantivas.
Erigir fortalezas no impide que la gente corra por sus vidas. La
solidaridad con Grecia, miembro de la UE que ha cometido una injusticia,
tampoco puede prevalecer sobre una política sólida. La UE y Turquía tienen
que encontrar un terreno común para abordar estos problemas. Si la UE
realmente se esfuerza por ser una unión geopolítica, así es como podría
hacerlo.
En el año de Brexit, alienar al único gran país europeo que todavía aspira
a unirse a la UE – que además, avanza llevando a cabo sus declaraciones
como un actor responsable - es la mayor locura política en generaciones.
Turquía, el Reino Unido y la UE deben unirse para estabilizar nuestra
vecindad común, mientras que la UE también acelera el proceso de adhesión
de Turquía.
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